Es comprensible que, ante un mundo disruptivo, las personas busquen refugiarse en la colectividad. El temor ante la incertidumbre y la sensación de falta de control despierta la necesidad biológica de inclusión. Biológicamente buscaremos antes permanecer en la tribu que afrontar los peligros fuera de la aldea corporativa. Si bien la empatía es un pegamento de la comunicación humana, en un exceso nos conducirá al virus mortal de la simpatía mal entendida.
La emoción se contagia. El miedo también. Es por esto por lo que, ante el temor de la exclusión social, las personas creen organizaciones de pensamiento único y conductas políticamente correctas.
¿Qué riesgos latentes tiene esta “cultura simpática” y aparentemente inocua? ¿Qué antídoto existe para estimular la exploración y la experimentación de mejores formas de pensar y gestionar que respondan ágilmente a la disrupción del entorno?
PELIGROS DE UNA CULTURA “SIMPATICA”
- Incapacidad de gestionar las crisis. Un barniz de civismo que nutre la inercia de la organización a permanecer en lo conocido, privándola de la habilidad para actuar de forma preventiva. Una organización alejada de la realidad es candidata para gestionar las crisis de manera reactiva. Un problema ignorado hoy es una crisis latente a futuro.
- Un holograma de falsas señales de colaboración. En una cultura “simpática” es fácil suprimir la valentía y el pensamiento divergente necesarios para innovar, creando un bozal intelectual que transforma equipos de alto rendimiento en grupos disfuncionales.
- Una sangría de talento. La opresión de las culturas sin seguridad psicológica repele al talento. Los empleados talentosos evitan las culturas mediocres. El que tiene talento por naturaleza desafía, cuestiona, reta, crea y se siente cómodo en entornos con una sana “fricción intelectual”.
- Ralentización en la toma de decisiones. En entornos inseguros, la intolerancia a la franqueza hace que las conversaciones y el análisis en la toma de decisiones sean superficiales y lentos.
- Mala calidad de las decisiones: Al no existir confianza para el reto ni valentía para llevar la contraria con sólidos argumentos, las decisiones tienden a ser mediocres, a seguir las inercias, a limitar la innovación y sana ambición, a no tomar riesgos y jugar a no perder.
- Impotencia aprendida. La cultura “simpática” establece una normativa invisible que impone e induce a un pensamiento único, a la pasividad intelectual e impotencia que baja el nivel del rendimiento. A nivel individual, esto lleva a la frustración, a la erosión de la autoconfianza y al aislamiento relacional.
- Falsa seguridad. El conflicto se convierte en el proceso a evitar. Las personas retrasan lo inevitable y se distraen con lo urgente y superfluo. En estos entornos es difícil que haya conversaciones difíciles. ¡Qué paradoja!
“El rey desnudo” (famoso cuento de Hans Christian Andersen) resume bien los rasgos de una “cultura simpática”, donde prima la desconfianza, el postureo y se evita el feedback transparente.
SEGURIDAD PSICOLÓGICA: LA ALTERNATIVA DE UNA CULTURA SIMPÁTICA
La cultura simpática es la antítesis de una cultura organizativa de seguridad psicológica, donde abundan ingredientes de plenitud y éxito sostenible: confianza y autoconfianza, madurez, autorresponsabilidad y autoexigencia o un sólido espíritu de equipo como multiplicador y no suma de las partes. Un ambiente de trabajo donde afloran la valentía y la honestidad para compartir opiniones libremente y retar el estatus quo sin ver peligrar nuestra credibilidad, nuestras relaciones o el puesto de trabajo.
El brillante proyecto “Aristóteles” de Google evidenció, tras varios años de investigación, que la seguridad psicológica es el factor de éxito más crítico en los mejores equipos.
En un mundo complejo no podemos basarnos en soluciones lineales. El buen liderazgo y las culturas consistentes huyen del buenismo y las soluciones fáciles. Saben que no hay recetas sencillas en un mundo complejo y viven esta realidad sin perder rigor, con determinación, esfuerzo y optimismo.
Por ello, estas culturas con seguridad psicológica tienen la inteligencia de escuchar a los “hermosos enemigos”, descritos por Ralph Aldo Emerson (https://bit.ly/3KUunmr). Estas personas son capaces de retar las opiniones dominantes y logran que el debate sea más rico y crezca el talento colectivo, más allá de solución final que se adopte.
En un mundo actual donde abundan los “cisnes negros” (eventos disruptivos e inesperados) necesitamos más que nunca evitar la tentación de las culturas organizativas simpáticas, que nos llevan a la mediocridad y a relaciones personales de mala calidad.
Artículo co-escrito con Marcos Cajina – Linkedin
David Reyero Trapiello – Senior HR Business Partner – Sanofi Iberia
e-mail: David.reyero@sanofi.com / Twitter: @davidreyero73 / Linkedin: linkedin.com/in/davidreyerotrapiello/
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