Esta brillante reflexión del filósofo Emilio Lledó en “Aprendemos juntos” me hizo pensar en la fragilidad de nuestros avances sociales y los beneficios de la utopía.
En nuestro mundo actual podemos caer en la tentación de pensar que el progreso es ya terreno ganado o que la razón y el big data nos darán todas soluciones a nuestros problemas. Hoy podemos asociar la utopía a cosa de niños, personas inmaduras o viejas ideas de los hippies de los años 60. Nada más lejos de la realidad.
La utopía y el riesgo de volver a las cavernas está hoy muy vigentes en nuestro entorno ultra VUCA. Hoy podemos retroceder en el progreso y en una vida en paz, como nos han recordado el fracaso de Occidente en Afganistán o la invasión de Ucrania por Rusia, con nefastas consecuencias para sus habitantes.
La utopía es el rumbo de las personas y organizaciones que avanzan con energía y desean progresar. Una forma de vivir en el que, como en la ”Ítaca” de Kavafis, el viaje es más importante que la meta.
La utopía se define como un proyecto o deseo, atrayente y beneficioso y a la vez improbable que suceda. Una idea o que puede parecer irrealizable pero que en bastantes ocasiones consigue alcanzarse o al menos acercarse a ello. Un reto que nos sirve de valiosa “luz larga”, que nos da perspectiva y cierto vértigo, que fomenta nuestro inconformismo. Una hoja de ruta que nos ayuda en nuestras decisiones importantes en lo personal y profesional, el contrapunto ideal a nuestra vertiginosa rutina diaria.
¿Qué lugar tiene la utopía en el mundo empresarial actual?
En las buenas compañías la utopía se traduce en un marco de actuación claro: misión, visión, valores que les orientan hacia un buen propósito y legado. Grandes ejes de acción a largo plazo, que no deben convertirse en palabrería sin sentido.
Al contrario, tienen que recordarnos cada día que tenemos el potencial de transformarnos personalmente y cambiar nuestro entorno, que podemos llegar a ser muy grandes y trazar nuevos caminos. Que es posible entre todos romper techos de cristal y afrontar con valentía nuestras creencias limitantes.
Utopías eran hace pocos años la jornada laboral de 40 horas, el sufragio universal, la conciliación entre la vida personal y laboral o la incorporación laboral de las mujeres. Quimeras que parecían inalcanzables y en las que, con sus luces y sombras, hoy son realidades tras el esfuerzo colectivo de muchos agentes de cambio.
A sus 100 años de “vida bien cuajada” Emilio Lledó nos exhorta a no olvidarnos de la utopía, de la humildad, a no dar nada por totalmente ganado, a agradecer a la vida, a mantenernos alerta ante posibles retrocesos, a seguir aprendiendo siempre.
Nuestras utopías son un antídoto contra el natural desgaste que puede provocarnos el inexorable paso del tiempo. No renunciemos a ellas para no caer en nuestras “cavernas personales”, donde el miedo y la división nos lleven a retroceder en el tiempo y limitar nuestro crecimiento personal y colectivo.
La utopía, por el contrario, nos impulsa hacia el amor, la concordia, el progreso y la luz, cimientos vitales positivos y a los que genuinamente todos aspiramos.
Imagen de Gobierno de Castilla-La Mancha, CC BY-SA 2.0
David Reyero Trapiello – Senior HR Business Partner – Sanofi Iberia
e-mail: David.reyero@sanofi.com / Twitter: @davidreyero73 / Linkedin: linkedin.com/in/davidreyerotrapiello/
Laia Monserrat dice
Utopía, transformación personal, humildad.
Palabras clave para lograr avanzar juntos. En momentos complejos como el presente, es necesario atreverse a decir y a hacer.
Gran artículo.
¡Gracias por compartir!